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domingo, 26 de marzo de 2017

A el le decían el toro....

A él le decían el toro, y sentía que valía más que el oro, detrás de ese apodo, era una fachada pues más bien como una casa hecha de lodo…. Se había tomado tan en serio el nombre de él toro, que iba a un gimnasio todos los días, su cuerpo lo había transformado en referencia a la fuerza de un toro… Arquímedes era su verdadero nombre, pero ya todos lo habían olvidado, mientras el alardeaba de su nombre, los vecinos se reían y desconocía sus errores… Una joven muy atractiva era su esposa, no tenían hijos, pero el destino por algún motivo los había unido, el se iba temprano a trabajar y otro tipo mientras él no estaba ocupa su lugar… Cuando el regresaba por las noches, los vecinos le gritaban, miren! Ahí! Viene el toro, y este apretaba sus molleros y sonreía como loco, sin entender que era la voz de alarma para que el tipo, pudiera escaparse por la ventana, mientras el a su casa llegaba… Cuando te pongan un apodo, investiga bien a fondo porque lo hacen, al pobre Arquímedes, le decían el toro, y nunca supo la verdad, solo se sentía medio enfermo cuando el solo daba en su cabeza, miraba su sombra y siempre veía que le salían de su cabeza dos especies de aspereces como en los arboles cuando los pájaros hacen sus nidos y se ven los huevos, que no eran más que el reflejo de dos tremendos cuernos en su frente…

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